Luján Comas

Investigación y Conciencia

Nos olvidamos a menudo en qué valores está asentada nuestra sociedad. Muchos de los grandes descubrimientos médicos se realizaron altruistamente, por vocación y en parte por accidentalidad. Véase las vacunas, la anestesia, el radio, la penicilina, los rayos X, y así muchos otros.

Entre todos ellos, quiero destacar a la hija de un profesor de física y matemáticas, y una maestra de piano, Maria Salomea Sklodowska nacida en Varsovia, que, en ese entonces, todavía pertenecía al imperio ruso zarista.

Marie, quien ya se había afrancesado el nombre, se licenció en Física con calificaciones sobresalientes. Un año más tarde, conoció a su futuro marido, el también físico y científico Pierre Curie, de quien tomó el apellido y tuvieron dos hijas. Marie fue más allá y continuó con un doctorado

El descubrimiento del radio tuvo muy pronto consecuencias importantes, tanto en la medicina práctica como en la física teórica. Lo que hoy llamamos “radioterapia”, es decir, la aplicación de radiactividad al cuerpo humano enfermo, por medio del elemento radio, permite la lucha contra determinados tumores malignos (“radioterapia destructiva”) y también alteraciones de tipo inflamatorio o de tipo degenerativo, especialmente en la piel, algunos órganos internos y articulaciones (“radioterapia funcional”).

Con la obra del matrimonio Curie empezó, hace 120 años, lo que ahora llamamos física atómica y nuclear, y con las aplicaciones de esta, una de las más trascendentales transformaciones, no solo científicas, sino también políticas y económicas, que el mundo ha experimentado en el siglo XX.

Después de la muerte de su marido, decidió continuar con sus investigaciones. Muy pronto descubrió que la radioterapia podría ser un tratamiento contra las enfermedades cancerígenas. Esto hizo que los experimentos de Marie ganaran adeptos y se popularizaran enormemente. Gracias a estas investigaciones, Marie Curie ganó su segundo Premio Nobel. Esta vez, en la categoría de Química, en 1911. Investigaciones como el Proyecto Luz, que es la unión de médicos y personal de enfermería, unidos por investigar altruistamente y establecer desde la ciencia dudas razonables y proponer explicaciones consistentes, es lo que hace que el Proyecto Luz, contribuya por una sociedad más empática, altruista y compasiva.

El Dalai Lama distingue dos tipos de amor altruista: el primero se manifiesta espontáneamente con las disposiciones biológicas que hemos heredado de la evolución, nuestro instinto de cuidar a nuestra familia y a los que nos quieren.

Este es innato y natural. El segundo, el altruismo extendido que es imparcial, no es espontáneo y debe ser cultivado. Para entrar en resonancia afectiva con los sentimientos del otro y ser conscientes de su situación se necesita empatía para catalizar la transformación del amor altruista en compasión. En mi opinión, nuestros investigadores conjugan los dos tipos y se acercan a la tarea compasiva que escribió en una carta Albert Einstein en 1921:

“El ser humano es una parte del todo que llamamos el Universo, una parte limitada por el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como separados del resto. Eso es una especie de ilusión óptica de la conciencia. Esa ilusión es una forma de prisión para nosotros pues nos restringe a nuestros deseos personales y nos obliga a reservar nuestro afecto a las pocas personas que están cerca de nosotros. Nuestra tarea debería consistir en liberarnos de esa prisión ampliando el circulo de compasión de tal manera que incluyamos en él a todas las criaturas vivas y a toda la naturaleza en su belleza”.

Xavier Melo PhD y Dra. Luján Comas

Fundación Icloby
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