Aprovechando las Olimpiadas celebradas recientemente en París uno se pone a pensar en el esfuerzo, la superación, la disciplina, la voluntad, la fe, la ilusión, la resiliencia que requiere el atleta en su preparación para las Olimpiadas, similar al que se requiere en el ámbito sanitario y en el de la investigación. Estas actividades, aunque diferentes en su naturaleza, comparten una serie de similitudes que destacan la disciplina, la perseverancia y el enfoque en objetivos a largo plazo.
En el mundo del deporte, el atleta comienza su preparación años antes de la competencia. Este proceso incluye un riguroso régimen de entrenamiento físico, mental y técnico. Cada día, se enfrenta a desafíos que ponen a prueba su resistencia y determinación. La rutina (yo diría más bien el ritmo) de un atleta está marcada por la repetición y la mejora constante, donde cada pequeño avance cuenta. De manera similar, los investigadores también se embarcan en un viaje de preparación que puede durar años. Desde la formulación de hipótesis hasta la recolección de datos, los investigadores deben dedicar tiempo y esfuerzo para pulir sus habilidades y conocimientos. Cada experimento o estudio es una oportunidad para aprender y mejorar, y el camino hacia el descubrimiento está lleno de obstáculos que requieren paciencia, creatividad, y resiliencia.
Además, tanto los atletas como los investigadores deben establecer metas claras. Un corredor olímpico tiene el objetivo de superar su marca personal o ganar una medalla, mientras que un científico puede aspirar a realizar un descubrimiento que cambie la forma en que entendemos el mundo. En ambos casos, la fijación de metas es fundamental para mantener la motivación y la dirección. El fracaso es una parte inherente de ambos procesos. Un atleta puede no clasificar para la final, y un investigador puede enfrentar resultados negativos en un experimento. Sin embargo, el verdadero éxito radica en la capacidad de aprender de estos fracasos y seguir adelante, ajustando estrategias y enfoques.
El apoyo también juega un papel crucial en ambas disciplinas. Los atletas dependen de entrenadores, fisioterapeutas y compañeros de equipo para alcanzar su máximo potencial. De igual manera, los investigadores se benefician de colaboraciones con colegas, mentoría, promotores como en el caso de la Investigación del Proyecto Luz por parte de Fundación Icloby y el acceso a recursos que pueden enriquecer su trabajo. Este entorno de apoyo fomenta un sentido de comunidad y colaboración que es esencial para el progreso en ambos campos.
Finalmente, tanto en el deporte como en la investigación, el reconocimiento del esfuerzo y los logros es vital. Las medallas y los trofeos son el resultado del arduo trabajo de un atleta, mientras que las publicaciones en revistas científicas de prestigio, o las patentes en otros casos, representan el éxito en el ámbito de la investigación. Ambos son testimonios del compromiso y la dedicación que se han invertido en el proceso.
En conclusión, la preparación de un atleta para las Olimpiadas y el trabajo de un investigador comparten paralelismos significativos. La disciplina, la fijación de metas, la resiliencia ante el fracaso, el apoyo de la comunidad y el reconocimiento del éxito son elementos que enriquecen ambas experiencias. En última instancia, tanto los atletas como los investigadores persiguen la excelencia y el avance, ya sea en el deporte o en la ciencia, y su dedicación merece ser celebrada.
Gracias a todos los médicos, enfermería, psicólogos, bioquímicos y demás personal que os habéis implicado en el Proyecto Luz.
Dra. Luján Comas
Presidenta Fundación Icloby