Crítica al modelo neurocientífico de las ECMs de Charlotte Martial

RESEÑA SOBRE A neuroscientific model of near-death experiences DE CHARLOTTE MARTIAL ET AL
https://www.nature.com/articles/s41582-025-01072-z
Òscar Llorens y Xavier Melo

El equipo de Charlotte Martial, como saben quienes siguen la literatura científica sobre las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECMs), propone un modelo naturalista basado en una aseveración principal: toda experiencia humana está producida por el cerebro.

Frente al claro desafío a este principio que suponen las ECMs, Martial y su equipo, sólo pueden suponer que tales experiencias se deben de dar en los breves segundos que suceden a una parada cardiorrespiratoria y no cuando el cerebro deja de funcionar.

Para ello, este nuevo artículo publicado en Nature, supone una suma de continuos esfuerzos por respetar el principio expuesto: que toda experiencia está producida por el cerebro. De este modo se mezclan estudios, mayormente del propio equipo de Martial, con ketamina, DMT, picos eléctricos en el electroencefalograma (EEG) antes de morir, desmayos, intrusiones REM y la segregación de ciertos neurotransmisores, junto con la pretensión de que el cerebro pueda «desconectarse» del entorno, pero ofrecer una experiencia hiperreal.

Si bien cada uno de estos estudios ofrece problemas, como ya hemos comentado en otras entradas, Martial propone que su visión de conjunto supone una «robusta base» para explicar neurocientíficamente las ECMs.

Ciertamente esta aseveración tiene un coste: cada uno de estos estados cerebrales se dan en la conciencia ordinaria sin que ello genere una ECM; por lo que es razonable suponer que la ECM se da en su ausencia, esto es, cuando el cerebro no presenta ninguno de estos estados. Sin embargo, el camino para el desarrollo de esta pretendida robusta base no es fácil como veremos a continuación en un análisis sosegado del artículo.

En la primera página se reconoce que las ECMs pueden ocurrir en situaciones donde la vida no está amenazada, pero se sugiere que éstas son producto de un mecanismo de defensa del cerebro. Se propone el concepto vago de «desconectado» para un estado del cerebro activado, pero sin relación con el mundo exterior. Sólo se ofrece una referencia para tal idea de uno de los miembros del equipo de los autores y autoras. Además, puesto que se pide el principio de que la experiencia humana proviene del cerebro… con lo que el artículo resulta, en cierto modo, trivial. Por último, se propone una escala de validación ad hoc por parte de los propios autores y autoras.

En la página 2 se relacionan eventos que ocurren en el cerebro durante los primeros segundos tras una parada y se postulan como elementos explicativos de las ECMs. Sin embargo, no se apunta cómo esto puede ocurrir sin parada y/o bajo anestesia. Se enuncian los modelos neurofisiológicos, se pasa de concomitancias a explicaciones sin que haya nada que apoye este cambio. Se reconoce la falta de valor evolutivo de las ECMs, pero no se actúa como si esto no afectara a la neurociencia. Se explica adecuadamente el dualismo, pero se afirma gratuitamente que éste no posee una base «robusta».

En la página 3, la línea cronológica de los estudios sobre ECMs, excluye de forma grosera todas las investigaciones cuyas conclusiones sostienen una base dualista. Además, se citan una serie de trabajos con estimulación transcraneal y experimentación con drogas, con frecuencia de Martial et al., de los que se afirma que imitan las ECMs. Ni los trabajos de Blanke, ni los de Timmerman, o los propios, imitan las OBEs (experiencias extracorpóreas por sus siglas en inglés) o las ECMs como ya hemos mostrado aquí mismo en el pasado.

En la página 6 se proponen las endorfinas como causantes del bienestar o la euforia durante una ECM, pero se obvia que dichos estados desaparecen cuando la ECM termina… aunque las endorfinas siguen estando en el cerebro. Se apunta hacia el final que una tendencia de los supervivientes del coma hacia la recolección ilusoria podría explicar la hiperrealidad de las ECMs. Pero no se estudia si los sujetos de ECMs sin esta característica, tienen experiencias menos «hiperreales».

En la página siguiente se hipotetiza que los mecanismos cerebrales antes explicados podrían causar figuras como hiperrealidad, luces, OBEs… pero no se apuntan contrastaciones de las hipótesis. Se rechazan sin más como poco fiables los estudios de Parnia y los que aportan contenido verificable y verificado.

En la página 8, se presentan las intrusiones REM como explicatorias a pesar de la enorme diferencia fenomenológica. Las ondas theta y delta del cerebro, recogidas en diferentes estados e incompatibles con conciencia lúcida, se interpretan aquí como posibles causantes de las ECMs.

En la página siguiente, la 9, se presenta adecuadamente que la actividad cerebral cesa a los pocos segundos de la parada cardiorrespiratorio, pero parece que eso no presenta una amenaza para su modelo.

En definitiva, todos estos «tal vez», «podría», «quizá», se convierten en un modelo robusto en las conclusiones como por arte de magia. confuso, incomprensible y sin sentido. Intento burdo de seguir manteniendo una posición sin ningún rigor científico que promueva la validación de hipótesis seria. 

El artículo de Martial viene a redundar una prerrogativa común de los modelos naturalistas: en los 20 segundos posteriores a una parada cardiorrespiratoria deben darse las ECMs, así que, lo que le pueda pasar al cerebro mientras tanto, lo voy a considerar como una explicación post hoc. Por eso, como bien advertía Radin, estos modelos pasarán de puntillas sobre los fenómenos que no encajen en dicha prerrogativa como las curaciones anunciadas, experiencias en el pico de Darién, hechos verificados durante la parada en diferentes poblaciones incluyendo ciegos, niños, hechos verificados a distancia,  conciencia lúcida bajo anestesia, memorias formadas con hipoxia o visión con ceguera de nacimiento, encuentros con familiares fallecidos en el momento del paro y otros.

Martial y su equipo tienen el suficiente nivel académico, como para mencionar alguno de estos fenómenos; pero los descarta a priori sin más cuando, paradójicamente, se pide la categoría de «base robusta» para una serie de conjeturas que, una por una, o son intransitables en la investigación científica, o han quedado ya totalmente desacreditadas. Son los últimos coletazos para mantener una posición que no es razonable, ni rigurosa, ni sostenible porque simplemente no tiene en cuenta la realidad.

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