Sin lugar a duda, la empatía y la compasión son dos sentimientos, necesarios de reflejar, frente alguien que decide contar su ECM.
La manera cómo José Vicente inicia su relato nos recuerda que hablar sobre esta vivencia, haya sido una experiencia positiva o no, siempre será un acto difícil y de mucha valentía para quien, habiéndola vivido, decide compartirla y hacerlo públicamente.
Su testimonio también evidencia que conversar sobre la ECM vivida, termina siendo un acto liberador especialmente si quienes lo escuchan, logran generar y sostener un espacio seguro para hacerlo.
Jose V. compartió la ECM de su hermano. Desde que éste ingresó al hospital sin un diagnóstico claro de lo que le sucedía hasta que despertó tras 51 días en la UCI, en sus palabras fue “el infierno”. Su experiencia es muy distinta a otras.
Hoy vive con un mayor sentido del aquí y del ahora, ha encontrado en la meditación una fuente de paz y equilibrio y sabe que la muerte no es el final.
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