Desde pequeña, la Dra. Carro ha sentido una especial sensibilidad con quienes están próximos a fallecer. Esta conexión de almas, como ella la denomina, le ha ayudado a sentir una continua compañía de sus seres queridos, especialmente cuando ha tenido que enfrentar momentos de soledad, más allá de que estén o no muertos. Para ella, es una conexión que esta activa en cualquier momento.
Llevando esta sensibilidad a su práctica profesional, sus pacientes le han enseñado que hay que respetar que a las personas les llega su momento de morir. Particularmente este aprendizaje lo adquirió de un chico joven a quien acompañó en su tránsito. Habiendo llegado a las urgencias en la mañana donde la Dra. Carro estaba de guardia, este chico le pidió a la Dra. Carro que se volvía a tener una parada cardiaca, lo dejara ir. En las horas de la tarde, una descarga del desfibrilador le recordó que ella no había respetado este deseo, que como ella misma dice, cuando me lo mencionó, no lo entendí. Voló, literalmente de la camilla hacia la pared de la habitación, producto de esta descarga. En ese momento, vio como el chico, cuyo cuerpo ya había fallecido, se incorporó y le dijo: te lo advertí. Ella recordó la conversación de la mañana y aprendió para siempre que todos tenemos un final, que el paciente es quien lo determina y que es necesario respetar esos ciclos en la vida.